Cómo gastar menos y vivir mejor cambiando una simple palabra en tu manera de hablar
Por:
Milenka Peña
www.milenka.org
— «Mamá, necesito un teléfono celular ¿o no quieres que tenga amigos?».
— «Papá, cómprame el último video juego. ¡Todos mis compañeros lo tienen!».
— «Necesito algo para divertirme en casa, no hay nada que hacer aquí ... ¡estoy tan aburrida!».
— «¡Si no consigo boletos para el concierto me voy a morir!».
Requerimientos y exigencias como estos son comunes en la mayoría de las familias que tienen hijos. Pese a nuestras mejores intenciones, la presión de los amigos y la sociedad van a influir en ellos de una u otra manera.
Pero si somos sinceros, en muchas ocasiones —más de las que quisiéramos admitir— nosotros también caemos en el mismo juego, ya sea que lo expresemos en voz alta o no. Por ejemplo, responde sinceramente: ¿necesitas un auto nuevo? ¿Una computadora más moderna? ¿Una casa más grande? ¿O el último teléfono celular? ¿O tal vez salir de vacaciones? Pues si te sirve de consuelo, no eres el único.
Cuando me invitan a dar conferencias y a participar en congresos o talleres, me gusta mucho interactuar con el público. Sin importar el país o región, cuando pido que levanten la mano quienes necesitan las cosas que te acabo de mencionar, casi todos los brazos siempre van para arriba. ¡Y prefiero no decir cuántas manos se levantan cuando, bromeando, pregunto a las damas si necesitan un esposo nuevo!
Lo que pasa es que nos hemos acostumbrado a hablar mal.
Si te das cuenta, cada una de estas cosas no son necesidades; son simplemente deseos. Tu hijo no necesita un teléfono para tener amigos ni tu hija se va a morir si no va a un concierto. Y tal vez, ellos piensan de esa manera porque también están aprendiendo de ti.
Entonces, es tiempo de cambiar la forma de expresarnos. En vez de decir «necesito», deberíamos decir «quiero».
Inténtalo:
• «Quiero un teléfono celular».
• «Quiero una computadora».
• «Quiero salir de viaje».
• «Quiero un automóvil».
La diferencia es muy grande, ¿no crees? Una simple palabra puede cambiar completamente tu percepción de la situación.
Por supuesto que existen algunas cosas que realmente son necesidades. Por ejemplo, todos necesitamos techo, comida y abrigo. Pero no necesitas una mansión, manjares exóticos o un abrigo de pieles. Además, si te das cuenta, lo que generalmente se menciona al referirse a necesidades son las cosas materiales, cuando en realidad lo que tiene más valor no viene acompañado de una etiqueta con el precio, ¿no crees?
En mi caso, resolví la situación de una manera muy simple: coloqué dos cartelitos en la sala de mi casa con estas dos simples palabras: «Necesito» y «Quiero». Creo que es importante tener recordatorios visuales para poder implementar un cambio o un nuevo concepto. De allí en adelante, cada vez que mi mente empieza a pensar en algo que me gustaría tener, o cada vez que mis niños—o mi esposo—me dicen «mamá, necesito ...», yo simplemente apunto a los cartelitos, e inmediatamente la petición se convierte en «mamá, quiero ...». Basta decir que más de una vez dieron la vuelta sin terminar de decirme lo que habían venido a pedir.
Creo que día a día podemos darnos cuenta de que nuestras necesidades no son tantas como pensamos. Uno pude vivir sin muchas cosas materiales y aun así tener un corazón agradecido y contento. Lo comprobé en mi propia vida, y sé que tú también puedes hacerlo.
Por:
Milenka Peña
www.milenka.org
— «Mamá, necesito un teléfono celular ¿o no quieres que tenga amigos?».
— «Papá, cómprame el último video juego. ¡Todos mis compañeros lo tienen!».
— «Necesito algo para divertirme en casa, no hay nada que hacer aquí ... ¡estoy tan aburrida!».
— «¡Si no consigo boletos para el concierto me voy a morir!».
Requerimientos y exigencias como estos son comunes en la mayoría de las familias que tienen hijos. Pese a nuestras mejores intenciones, la presión de los amigos y la sociedad van a influir en ellos de una u otra manera.
Pero si somos sinceros, en muchas ocasiones —más de las que quisiéramos admitir— nosotros también caemos en el mismo juego, ya sea que lo expresemos en voz alta o no. Por ejemplo, responde sinceramente: ¿necesitas un auto nuevo? ¿Una computadora más moderna? ¿Una casa más grande? ¿O el último teléfono celular? ¿O tal vez salir de vacaciones? Pues si te sirve de consuelo, no eres el único.
Cuando me invitan a dar conferencias y a participar en congresos o talleres, me gusta mucho interactuar con el público. Sin importar el país o región, cuando pido que levanten la mano quienes necesitan las cosas que te acabo de mencionar, casi todos los brazos siempre van para arriba. ¡Y prefiero no decir cuántas manos se levantan cuando, bromeando, pregunto a las damas si necesitan un esposo nuevo!
Lo que pasa es que nos hemos acostumbrado a hablar mal.
Si te das cuenta, cada una de estas cosas no son necesidades; son simplemente deseos. Tu hijo no necesita un teléfono para tener amigos ni tu hija se va a morir si no va a un concierto. Y tal vez, ellos piensan de esa manera porque también están aprendiendo de ti.
Entonces, es tiempo de cambiar la forma de expresarnos. En vez de decir «necesito», deberíamos decir «quiero».
Inténtalo:
• «Quiero un teléfono celular».
• «Quiero una computadora».
• «Quiero salir de viaje».
• «Quiero un automóvil».
La diferencia es muy grande, ¿no crees? Una simple palabra puede cambiar completamente tu percepción de la situación.
Por supuesto que existen algunas cosas que realmente son necesidades. Por ejemplo, todos necesitamos techo, comida y abrigo. Pero no necesitas una mansión, manjares exóticos o un abrigo de pieles. Además, si te das cuenta, lo que generalmente se menciona al referirse a necesidades son las cosas materiales, cuando en realidad lo que tiene más valor no viene acompañado de una etiqueta con el precio, ¿no crees?
En mi caso, resolví la situación de una manera muy simple: coloqué dos cartelitos en la sala de mi casa con estas dos simples palabras: «Necesito» y «Quiero». Creo que es importante tener recordatorios visuales para poder implementar un cambio o un nuevo concepto. De allí en adelante, cada vez que mi mente empieza a pensar en algo que me gustaría tener, o cada vez que mis niños—o mi esposo—me dicen «mamá, necesito ...», yo simplemente apunto a los cartelitos, e inmediatamente la petición se convierte en «mamá, quiero ...». Basta decir que más de una vez dieron la vuelta sin terminar de decirme lo que habían venido a pedir.
Creo que día a día podemos darnos cuenta de que nuestras necesidades no son tantas como pensamos. Uno pude vivir sin muchas cosas materiales y aun así tener un corazón agradecido y contento. Lo comprobé en mi propia vida, y sé que tú también puedes hacerlo.